Buenas. Como ya habrán advertido (avispadillos que son ustedes), el blog ha estado temporalmente cerrado por no disponer de Internet. Con suerte, la ausencia no habrá sido del todo molesta. Y es que cuando uno es leído por unas pocas personas tan sólo, puede que de vez en cuando se eche de menos algo más de "compañía", pero por otro lado, permite tomarse ciertas licencias. Retomando la línea por donde la dejamos (en absoluto, pero es por decir algo), supongo que hoy tocaría recomendar a un autor literario. Pues bien, no se me ocurre nadie mejor sobre el que hablar que Arthur Machen. Machen (pronunciado "Maken", como en "celtic"), galés, escritor, apasionado por lo oscuro que esconde la naturaleza y por Edgar Allan Poe, quiso desde un principio emular al maestro Poe y crear como él una literatura gótica y negra. Y vaya si lo consiguió. Hoy en día, nadie lo conoce; acostumbrados a violentos "slashers" cada vez que vamos al cine para ver "terror", la pequeña y fría obra de Machen, ya apenas nos asusta. Y sin embargo, me atrevo a afirmar que, cada vez que abrimos una de sus novelas de misterio, nos encontramos ante el referente principal de la novela y género de terror de principios de siglo. ¿Nos zambullimos pues en su biografía?
Nació en el condado de Newport, en Gales, en 1863, hijo de un pastor anglicano. La educación cristiana, como sucedió con tantos otros escritores, fue fundamental para el desarrollo de su obra. Desde pequeño se sintió fascinado por la herencia céltica y medieval de su tierra, otro de los pilares de su literatura. Dada la pobreza de su familia, no pudo acudir a la universidad, e intentó estudiar medicina en Londres, pero no consiguió superar los exámenes. Los años consecutivos los pasaría en una deprimente pobreza, escribiendo ocasionalmente para alguna revista, y dando largos paseos por las oscuras calles y periferias de la capital inglesa, hecho éste que se ve reflejado (tal vez como una reflexión o recuerdo tras haber superado este bache) en obras como “Los tres impostores”, en las que el autor hace un retrato pormenorizado de su propio vagabundeo.
En 1884, tras haber publicado dos obras, consigue trabajo fijo en el mundo literario como catalogador y redactor de una editorial, y poco a poco comienza a traducir algunas obras del francés antiguo, despertando por primera vez el interés de unos pocos.
Tres años después, en 1887, y tras el matrimonio de Machen con una excéntrica y tan bohemia como él profesora de música, tuvo ocasión de trabar amistad con algunos de los escritores que triunfaban en la capital en ese momento, como A. E. Waite o M. P. Shiel.
Y, de repente, todo dio un giro inesperado. Determinado a dedicarse a escribir exclusivamente, y tras recibir la herencia paterna, dejó la vida bohemia y por primera vez se sentó a escribir lo que él realmente quería: relatos de horror. Claro, imaginemos la sociedad de la época, tan fría y rígida; su primer éxito, “El gran dios Pan”, editado en 1894 en una sociedad literaria conmocionada por los excesos de Oscar Wilde (me suena ese nombre), y que contenía escenas explícitas de horror macabro y sexo, provocaron un gran morbo en el público. Al año siguiente, “Los tres impostores” causaría el mismo efecto perturbador.
Se vendieron como rosquillas.
“La colina de los sueños”, “Un fragmento de vida”, y la absolutamente genial “El pueblo blanco” fueron las colecciones de relatos que siguieron a este éxito inicial.
Pero, en 1899, se inicia un nuevo rumbo en la vida de Machen tras la muerte de su esposa. El autor cae en el paganismo y el horror más oscuro, llegando a formar parte de ciertas sociedades esotéricas, en las que conoció, entre otros, a otro escritor de horror, Algernon Blackwood. De repente, ya nadie quiere sus obras, demasiado violentas, o fantásticas, o salvajes. Ni él mismo quiere publicarlas.
Pero su segundo matrimonio en 1903 con Dorothie Purefoy le animó a seguir viviendo, y su carrera volvió a relanzarse a partir de los años sucesivos. Entre 1901 y 1903 formó parte de la “Frank Benson’s company of travelling players”, una compañía teatral que le llevó por toda Grna Bretaña interpretando a Shakespeare y le sirvió para recobrar su amor por el arte. En 1906, Machen parecía haberse recuperado de su período de censura, y consiguió reeditar algunas de sus obras, como “Hyerogliphics”, en 1902, o “La casa de las almas”, en 1906, recopilaciones de relatos escritos durante el fin de siècle que le restauraron a su posición de maestro del género. Y, en 1907, llegó “La colina de los sueños”, para la crítica, su mejor obra.
Este renacimiento le valió un nuevo puesto fijo como periodista en el “Evening News” de Londres, hecho que le haría, cuatro años más tarde, esciribir sobre la Iª Guerra Mundial, que acababa de estallar. Inspirados en la guerra escribió, entre otros, “Los ángeles de Mons” y “Los Arqueros”, relatos que tratan sobre las apariciones de antiguos guerreros ingleses en las trincheras. Un poco propagandístico, sí. Y es que a Machen no le hacía mucha gracia trabajar para el periódico, pero la herencia se iba acabando y necesitaba el trabajo para mantener a su familia y sus dos hijos.
Así se mantuvo hasta 1920, cuando decidió dimitir y abandonó el periódico, que le exprimía, animado por todos sus colegas escritores. E hizo bien.
A partir de 1922, el horror decadente volvió a ponerse de moda, y sus obras se reeditaron, no sólo en Gran Bretaña, En Estados Unidos también hallaron gran cantidad de público, aunque de manera efímera, pocos años después, pasada la moda, sus obras volvieron a dejarse a un lado.
Y así, de una manera tan inestable como había sido toda su vida, Machen asistió al auge del género de terror, que en parte él mismo había propiciado. H. P. Lovecraft, entre otros, se sintió muy influenciado por el galés y se vio inspirado asimismo para crear su horror cósmico. Los escritores ingleses del momento comenzaron a sentir aprecio por él, y por todas las dificultades a las que se enfrentó durante toda su vida, y decidieron apoyarle. Durante la década de los 30, las críticas literarias y biografías que Machen suscitó, ayudaron a que el público, a duras penas, siguiera invirtiendo en su obra.
Arthur Machen sufrió penurias económicas durante toda su vida, a pesar del apoyo (en parte propiciado por la lástima) de sus colegas. Y así, en 1943, autores de la talla de Algernon Blackwood, Bernard Shaw o T. S. Elliot, decidieron dar un último empujón a Machen en reconocimiento por su aporte al género y su sufrida vida, y recaudaron mediante obras benéficas capital suficiente para que el escritor, de 80 años, que jamás había dejado de trabajar, viviese de forma holgada y feliz sus últimos 5 años de vida, para finalmente morir en 1947, rodeado de su familia y amigos pero apartado del gran público.
A pesar de descubrir a Machen de casualidad, quedé encandilado enseguida por su estilo literario. Es uno de esos pocos autores que, con pocas palabras, las justas, es capaz de decir todo cuanto quiere, y de producir aún más sensaciones en el lector (¡ya quisiera yo semejante cualidad, jeje!). Y, sobre todo, demuestra una gran pasión hacia la Naturaleza (con mayúscula) de su tierra, Gales, y de la Inglaterra de principio de siglo, que retrata como un lugar frío, sombrío, de colores contrastados pero siempre con ese matiz apagado tan digno de Poe y los mejores poetas románticos ingleses. Hay un gran lirismo impreso en cada una de sus palabras, un verdadero amor por lo que cuenta. Según mi opinión personal, Machen nos deleita con un terror que no procede de lo cotidiano. No hay psicópatas, asesinos, no existe la maldad en el hombre más allá de la que la propia Naturaleza inspira. Los verdaderos malvados son los seres que se esconden en las profundidades de los bosques y montañas de la Inglaterra rural; algunos los llaman trolls, duendes, hadas, o simplemente "gente menuda". Estos personajes, que pueblan la imaginación de niños y adultos desde tiempos inmemoriales, podrían ser en realidad algo menos amistosos de lo que los cuentos nos quieren hacer creer. Y ya está. ¡No quiero decirles nada más! Si quieren descubrir a este escondido escritor, que generalmente sólo despliega sus encantos ante unos pocos, les recomiendo que inviertan un poco de su tiempo de ocio en buscar algunas de sus obras o publicaciones, o incluso relatos (que en la web hay bastantes, en Scribd, u otros soportes para ebooks), el resultado puede ser muy satisfactorio. De momento, yo les dejo con uno de sus mejores relatos. Buenas noches.
jueves, 10 de septiembre de 2009
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